Esto era, una botella de Brandy, situada en lo alto de una estantería de El Café, a su alrededor todo eran telarañas, arañas y polvo. Un buend día, cuando el sol del medio día entró por una rendija de la ventana, la iluminó, dejándola ver en todo su esplendor.
- Manolo, anda, ponme un poco de Brandy, de ese tan reluciente que tienes ahí.-dijo el hombre de la barra.
- ¡Marchando!
Manolo cogió a Brandy, le limpió el polvo y las telarañas, la descorchó y vertío un poco de brandy en un vaso largo. Lo deslizó por la barra, y llegó a su dueño. El hombre bebió y lo saboreó. Manolo colocó a Brandy en la estantería, no parecía la misma botella, es verdad, había vertido un poco de su vida en aquel vaso, de la cual saboreaba aquel hombre recelosamente. Antes era feliz, junto a las telarañas, arañas y polvo, en el último rincón dónde a uno se le podría ocurrir buscar, una linda botella dorada.
1 comentario:
Una lágrima por Brandy.
Pero, sólo una, ¿eh?
Publicar un comentario